“Un fantasma recorre el mundo”: es el fantasma de la migración. Como una avalancha, miles de personas se desplazan diariamente desde su tierra natal hacia los países ricos o las ciudades grandes de los suyos.
En algunos casos son desplazados por guerras civiles o internacionales; otros menos, emigran por afán aventurero… mas, la inmensa mayoría, se ve forzada a emigrar por razones económicas.
Existe en este aspecto un gran mito con respecto a la emigración: se dice y afirma como una verdad incuestionable que la gente emigra de los países pobres por falta de oportunidades de empleo… pero no es cierto. Así lo demuestra el informe de UNFPA: El estado de la población mundial 2007, una encuesta realizada por ONGs en varios países de la América Latina y nuestra propia experiencia como inmigrante. La gente que tiene la posibilidad de emigrar, ya sea legal o ilegalmente hacia los países ricos, no son los desempleados e indigentes, sino aquellas que dentro de la pobreza cuentan con los recursos (o la posibilidad de conseguirlos) para costear los trámites y transportación que este desplazamiento conlleva.
No es la falta de oportunidades de empleo en los países pobres (lo cual no quiere decir que la tasa de desempleo no sea en ellos bastante alta) lo que empuja a la gente a emigrar, lo que mueve a la emigración son los salarios de hambre que allí se pagan. La encrucijada para la gente de los países pobres no es elegir entre el desempleo o la emigración, sino entre ésta o trabajar duro sólo para vivir toda la vida en la miseria y la desesperanza.
El problema migratorio de nuestros días no es simplemente jurídico (aunque tenga muchas implicaciones legales) y político, es más bien un fenómeno económico que genera situaciones jurídicas y políticas que claman a grito soluciones serias.
Y es que el nuevo modelo económico que está siendo impuesto a lo largo y ancho de nuestro planeta, está derribando fronteras a diestra y siniestra, pero solamente las fronteras arancelarias, porque la globalización económica demanda e impone el libre flujo de capitales, la absoluta libertad para las compañías multinacionales poder invertir sus capitales excedentarios en cualquier lugar de la tierra donde tenga mayor rentabilidad.
Este modelo económico neoliberal que se cubre bajo el eufemismo de “Globalización”, basado en la libertad ilimitada de los capitales de penetrar todos los rincones del globo terráqueo y todas las esferas de la sociedad humana, propagando la división internacional del trabajo: industria ligera y servicios que requieren mayor esfuerzo físico y menos formación académica, en los países pobres, por un lado, e industria pesada y servicios que requieren mayor nivel educativo, en los países ricos, por el otro, es el caldo de cultivo de el alarmante flujo migratorio de las últimas décadas.
La explosión migratoria provocada por el “nuevo” modelo económico mundial, no es el problema de un país en específico: ni como receptor ni como emisor de migrantes. De nada sirven los esfuerzos y luchas dispersas que vienen realizándose en países tan diversos que van desde los más ricos como Estados Unidos de América y los de la Unión Europea, hasta los más pobres como Haití.
La única solución seria y justa al problema migratorio es que, de la misma manera y valiéndose de las mismas instituciones que se han utilizado para establecer acuerdos internacionales entre países pobres, de ingresos medios y ricos, con el fin de establecer la más absoluta libertad de movimiento para los capitales, también se establezca la absoluta libertad de movimiento del otro componente imprescindible de la producción: la fuerza de trabajo; es decir, que de la misma manera que se otorga al capital la libertad de elegir el lugar del mundo donde va a operar con mayores ganancias, la clase obrera del mundo entero tenga la más completa libertad de elegir el lugar del planeta donde vender sus energías y habilidades, a partir de donde sea mejor pagado el trabajo que sabe ejecutar.
Esto no quiere decir que los estados pierdan su facultad de protegerse de personas indeseables por razones de historial delictivo o enfermedades contagiosas, pues de la misma forma como se regula la operatividad de los capitales se puede regular la de la fuerza de trabajo y, como los “globalífilos” son ciegos creyentes en las “leyes naturales” del mercado, no se puede alegar que los mercados de los países ricos van a ser saturados por la excesiva oferta de mano de obra proveniente de los países pobres, pues el “libre juego” de la oferta y la demanda conducirá indefectiblemente al equilibrio, obligando, de manera “natural” al excedente de la clase obrera a buscar colocación allí donde esté disponible.
El verdadero movimiento pro-inmigrante no debería ser con disturbios callejeros en París ni con manifestaciones multitudinarias en las grandes ciudades estadounidenses, sino con las negociaciones cuando se retomen las discusiones en la ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio, como una propuesta impulsada por los países exportadores de mano de obra que, a la larga, son los más beneficiados con el flujo migratorio por el alto volumen de remesas que reciben de sus diásporas.
La crisis migratoria actual, es un problema económico y humano global que exige una solución global y humana. A ver quien se anima a ponerle el cascabel al gato.
Alfredo García.
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