Sunday, February 28, 2010

¿Es Trujillo sempiterno?



"La vida de los muertos está en la memoria de los vivos”
Cicerón

Por Alfredo
García

Cada cierto tiempo, por una u otra razón, Trujillo o el trujillismo concentra la atención de la “opinión pública” dominicana; unas veces para atribuirle a los “gobernantes” de turno determinados comportamientos que son comunes a todos los regímenes dictatoriales y no una “creación” del sátrapa y/o sus cómplices; otras veces, el protagonismo del “Jefe” se debe a la reaparición en escena de alguno de sus familiares o colaboradores, por lo general con un “libro” de bajo del brazo, en el que exponen “su verdad” sobre “La Era”.

Independientemente de cual sea el motivo de la “aparición” del fantasma del “Padre de la patria nueva”, un reducido grupo de “personajes”, la mayoría de ellos miembros o descendientes de familias de la oligarquía nacional que medraron, apoyaron y se lucraron con la tiranía trujillista hasta que afectó sus intereses o agravió alguno de sus miembros; a ellos se suman un grupo de vocingleros que hablan hasta cuando se perjudican, todo con tal de “sonar”; hay aún otros, los menos, que reaccionan porque tienen verdadero espíritu democrático y consideran como una afrenta, la sola mención de la dictadura.

Lo cierto es, sin embargo, que ese constante recordatorio del General Chapita, le concede una vigencia subjetiva que la realidad no sustenta: Trujillo dejó de ser un mal y un peligro para la nación dominicana, el día memorable en que: “...gracias a un balazo se enfermó, después de 30 años de gobierno”, como cantara Neruda en su Versainograma a Santo Domingo; el punto final a toda posibilidad de dictadura, lo puso, con su heroico ejemplo, el pueblo dominicano (no las élites complacientes y entreguistas) en armas durante la guerra civil y patriótica que conocemos como: La Revolución de Abril.

La inmensa mayoría de la nación dominicana actual, no vivió ni padeció la Tiranía de Trujillo: no puede dolernos lo que no nos ha golpeado; a lo sumo podemos sentir simpatía para con aquellos que la padecieron. Nuestros peligros y males son otros: una Democracia que, ante nuestros ojos, se nos ha transformado en Corruptocracia presupestívora, con todo lo que de ello deriva.

Para quienes nacimos después del ajusticiamiento de Trujillo, carece de sentido seguirnos consumiendo en el odio a un fantasma que, por malo que haya sido, no nos asusta. Todas nuestras energías deben concentrarse en unificar criterios y voluntades para resolver los graves problemas que nuestros “demócratas” nos han creado y profundizado en los cincuenta y pico de años de “democracia” que hemos “disfrutado”.

“Aprovechemos el tiempo”, como decía Juan Pablo Duarte, Apóstol de nuestra independencia. Dejemos “que los muertos entierren a los muertos” y pongamos manos a la obra en construir la Patria que queremos y merecemos. Es tarea de tod@s. ¡La Patria somos tod@s!

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