La Globalización Económica
“El país industrialmente más avanzado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro.”
Karl Marx: El capital
“Te tuteas con el diablo y le tienes miedo a una llama.” Goethe: ElFausto
“El país industrialmente más avanzado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro.”
Karl Marx: El capital
“Te tuteas con el diablo y le tienes miedo a una llama.” Goethe: ElFausto
La idea de un mundo totalmente interconectado no es nueva. Desde tiempos remotos se ha pretendido unificar el mundo con diferentes fines: religiosos, culturales o políticos: pero es en las últimas décadas del siglo pasado cuando, fruto del gran desarrollo de las comunicaciones y las fuerzas productivas, se ha vuelto a hablar de convertir nuestro planeta en una “Aldea Global”, esta vez con fines económicos.
Empecemos por examinar cuál es a grandes rasgos la propuesta teórica de la Globalización Económica: según ésta, se debe crear un sistema económico orientado al mercado, en donde los capitales puedan actuar internacionalmente con la misma libertad que lo hacen dentro de las fronteras de cualquier país en particular, pues ello se traducirá en beneficio colectivo de la humanidad en tanto consumidores y por la creación de empleos. El ensayo más importante es la Unión Europea, tanto por su alcance (hay 24 países miembros de los cuales 12 comparten el Euro como moneda multinacional) como por la importancia económica de los países involucrados.
Veamos ahora cual es la verdadera agenda de la Globalización Económica: hasta hace poco ésta iba viento en popa pues en la práctica, el libre flujo de capitales a nivel internacional, sólo había significado la absoluta libertad de los capitales de las grandes multinacionales con base en los países ricos para penetrar en las áreas más rentables de las economías de los países emergentes y pobres.
Los países ricos promueven el libre flujo de capitales y mercancías (basándose en “acuerdos” comerciales y organismos multinacionales como la OMC) en aquellas áreas económicas que les son favorables, pero ponen todo tipo de trabas a la liberalización de las otras en que los países pobres y emergentes pueden competir: frenan mediante subsidios, impuestos, cuotas y estrictas medidas sanitarias el ingreso a sus mercados de los productos agrícolas y otras materias primas (véase el tranque en la Ronda Doha de la OMC); esto para no hablar de la contradicción e hipocresía de hablar de libertad económica mientras se excluye la fuerza laboral, que además de ser la creadora de la riqueza, y por tanto del capital, es, o debería ser, el sujeto de toda economía.
Hasta ahora el flujo de capitales ha sido prácticamente unidireccional desde los países ricos hacia los pobres; básicamente para comprar en ellos fuentes de materias primas estratégicas para sostener el ritmo de sus actividades productivas (petróleo y acero, biocombustibles, entre otras); invertir en, o comprar, empresas rentables del sector servicios, y por último, para explotar la mano de obra barata de estos países en la producción industrial de mercancías destinadas a los mercados de los países ricos.
En ese aspecto, la Globalización Económica presenta una de sus grandes contradicciones: se “globaliza” el valor de todas las mercancías con excepción de la Fuerza de Trabajo, que es la única mercancía capaz de crear valor. Se produce en los países pobres y emergentes mercancías destinadas a los consumidores de los países ricos; pero para establecer el valor de esos productos, se parte del valor de la fuerza de trabajo (los bienes de consumo imprescindibles para que la persona pueda reincorporarse al proceso productivo) en los países ricos, que son los destinatarios de esas mercancías, pero se paga esa fuerza de trabajo en base al supuesto valor de la misma en los países pobres, que son el origen. Con esta hipócrita y truculenta maniobra los capitalistas se apoderan de una astronómica plusvalía relativa; aumentan sus ganancias aun cuando su mercado se estanque o disminuya.
Incluso, cuando esas mismas mercancías producidas en los países pobres, con un valor de la fuerza de trabajo basado en estos, regresan desde los países ricos, les son vendidas al valor a que se venden en los segundos, más los costos de transportación y distribución. Por lo tanto, por esta y las antes mencionadas razones, la Globalización Económica no beneficia a la humanidad en cuanto consumidores como pregonan sus apologistas, pues tanto en los países ricos como en los pobres se paga por ellas su verdadero valor, pero basado en la sobreexplotación de la fuerza laboral de los últimos. Si las mercancías se vendiesen de acuerdo al valor de la fuerza de trabajo que por ellas se paga, se beneficiarían los consumidores de los países ricos, pues la pagarían por debajo de su valor; si se pagase el verdadero valor de la fuerza de trabajo, se beneficiaría la clase obrera de los países pobres; más en la situación actual el capitalista aumenta pecaminosamente sus ganancias gracias a esa doble estafa de las mayorías en los países ricos como en los pobres. En cuanto a la creación de empleos, la Globalización Económica más que generar nuevas fuentes, lo que hace es trasladarlas de un país a otro (en el sector industrial, de los países ricos a los pobres) o de un sector a otro ( de la industria a los sectores servicios y comercial, dentro de los países ricos); más donde quiera, la Globalización Económica tiende, por lo general, a la creación de empleos de bajos salarios, con lo cual desvaloriza la fuerza de trabajo a nivel mundial.
Aquí aparece otra de las contradicciones de la Globalización Económica: en los países emergentes y pobres, donde el desempleo es bastante alto, y por lo tanto, más que calidad se necesita cantidad, ésta lleva sus capitales generalmente al sector industrial, el cual gracias a sus altos niveles de automatización requiere cada vez menos trabajo humano; en tanto que en los países ricos donde se necesita más calidad (en términos de salario) que cantidad en el empleo para dinamizar dichas economías, La Globalización Económica genera más empleos en los sectores servicios y comercial, donde los salarios son generalmente bajos. La contradicción radica en que la Globalización produce a bajo costo en los países pobres, productos para ser vendidos casi exclusivamente, en los países ricos, donde fruto de la masificación de los empleos de bajos salarios, la tendencia es a la disminución del poder adquisitivo de los consumidores, con lo cual, de mantenerse esta tendencia, se reduciría considerablemente su mercado principal con la consecuencia de un desaceleramiento de la producción, y quizá, una recesión global a largo plazo, en la cual todos saldremos perdiendo (el capital se valoriza en la producción.
Por último, la contradicción principal de la Globalización Económica: el libre flujo de capitales en todas las direcciones y en igualdad de condiciones en un ambiente en que, debido a la índole misma del Modo de Producción Capitalista vigente, de manera casi universal, cada quien sólo busca su beneficio particular y la manera de sacar la mejor tajada del pastel de las riquezas del mundo.
Como decía anteriormente, todo marchaba bien mientras el juego consistía en jugar con cartas marcadas contra novatos, pero, las cosas están cambiando y algunos tahúres empiezan a perder la compostura. En el modelo económico reinante, ciertamente las multinacionales de los países ricos se han estado llevando lo mejor del pastel, pero es innegable que miga a miga, algunos países emergentes han logrado juntar aunque sea un pequeño bizcochito, y con él se han sentido en el derecho (tomándole la palabra a los globalífilos) de actuar como sus hermanos mayores: quieren una parte mayor del pastel, más aún, quieren de la torta casera de los países ricos. Y he aquí que vemos a estos serenos y abiertos países perder todo recato, y sin tapujos, cierran sus áreas económicas estratégicas a los capitales de los países emergentes; y también más, como el mundo sigue siendo más o menos el mismo y no crece al mismo ritmo que el capital, algunos capitales de países ricos, no han tenido más remedio que apuntar hacia los mercados de sus vecinos y, como una cosa es llamar al diablo y otra verlo aparecer, el juego se está por trancar; los ejemplos se cuentan por montones en las últimos años: Estados Unidos se cierra contra China y los Emiratos Árabes Unidos; el reino Unido se cierra contra la India; Europa Unida se cierra contra la India; y lo que es más desconcertante: España se cierra contra Alemania; Francia se cierra contra Italia; Polonia se cierra contra Alemania e Italia… todas estas señales de intolerancia y proteccionismo vienen de los países más industrializados. Si como dice el epígrafe de Karl Marx que encabeza este artículo: ¨ El país industrialmente más avanzado no hace sino mostrar al manos desarrollado su propio futuro¨, qué podemos esperar cuando estas actitudes se generalicen; y es que los globalífilos de los países ricos se tutean con el diablo pero le tienen miedo a las llamas, las llamas del infierno que representaría para ellos una verdadera e integral globalización.
Alfredo García.
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